LA AUTOESTIMA (2)

¿Como ayudar entonces a estimular una autoestima sana en los niños?

Como se ha dicho, la base de la autoestima no reside en las frases positivas o en las ansias de éxito, sino en el modo como uno piensa en las causas. Cada persona y cada niño, en particular, posee unos hábitos relativos al pensar sobre las causas. Este estilo personal es denominado «estilo explicativo» o “atribucional”. El estilo explicativo se desarrolla en la infancia y si no se estimula de forma específica, llegará a instaurarse como un rasgo del carácter propio de la persona.

Existen tres dimensiones fundamentales que los niños y niñas utilizan siempre para explicar por qué le ocurre un determinado acontecimiento bueno o malo: duración, alcance y personalización.

  • Duración: el “a veces” frente al “siempre”

Los niños tendrán una más baja percepción de sus propias capacidades y una más baja autoestima cuanto más permanentes crean las causas de los malos acontecimientos que les ocurren. Dado que las causas durarán siempre (así lo creen ellos), los malos acontecimientos siempre se repetirán. En cambio, los niños que aguantan bien los contratiempos y son resilientes (persisten ante los fracasos y las adversidades, adoptando una actitud positiva de superación personal), son aquellos que creen que las causas de dichos contratiempos son transitorias. Un ejemplo de esto sería el siguiente: ante la falta de amigos al cambiar de colegio, cómo puede interpretar un niño esta dificultad; un niño pesimista, que no viera opciones a modificar su situación diría “Nadie querrá nunca ser mi amigo en el colegio”; un niño optimista pensaría “Se necesita tiempo para encontrar buenos amigos cuando se cambia de colegio”.

  • Alcance: lo “específico” frente a lo “global”

De la misma manera, los niños interpretan que las causas de por qué les suceden cosas malas o buenas pueden ser específicas o globales. Veámoslo con un ejemplo: Un afrontamiento global ante un suceso negativo, no va a favorecer la autoestima del niño: “No le caigo bien a nadie”; sin embargo, si lo ve como algo específico y concreto realizará un afrontamiento más sano para sí mismo: “A María no le caigo bien”.

  • Personalización: lo “interno” frente a lo “externo”

Esta dimensión del estilo explicativo es muy importante ya que hablamos ahora de: “de quién es la culpa”. Frente a los malos acontecimientos, los niños pueden culparse a sí mismos (interno), o bien pueden echarle la culpa a otras personas o circunstancias (externo). Y la autoestima dependerá de ello pero, ¿quiere decir esto que debemos enseñarles a ser “externos” frente a los malos sucesos?. Si la única preocupación fuera fomentar la autoestima se tendría que defender este planteamiento pero, no es así. Enseñar a los niños a echar la culpa a los demás cada vez que las cosas no van bien equivale a enseñarles a mentir. En lugar de esto, es importante no permitir que los niños evadan la responsabilidad de aquello que hacen mal. Los niños han de sentirse responsables cuando tienen la culpa de sus problemas, y a continuación tratar de rectificar la situación. No quiere decir esto que siempre deban sentirse culpables de cualquier cosa que les suceda sino que han de experimentar una culpabilidad realista, que es aquella que se explica, como hemos dicho, en base a lo transitorio, específico e interno (ej. “He suspendido el examen porque no he estudiado lo suficiente”) y no en base a lo permanente, global e interno (ej. “He suspendido el examen porque soy tonto”).

Dicho esto, debemos pensar en la manera correcta de ayudar a los niños a enfrentarse con aquellas situaciones en las que se compromete su autoestima. Si pretendemos crear una imagen positiva de sí mismos, un autoconcepto y una autoestima sana y ajustada a la realidad, crearles falsas expectativas no parece una buena opción.

Podríamos emplear una sencillas estrategias para ayudarles a razonar de forma más positiva:

  • Detectando sus pensamientos automáticos negativos.

  • Evaluando dichos pensamientos: cómo se explica el fracaso que ha sufrido, cómo algo que ocurre a veces o siempre, como algo específico o global y como algo interno o externo.

  • Generando explicaciones más veraces, más realistas y positivas (en base a causas transitorias, específicas e internas)

  • Evitar el catastrofismo: aunque pensar en “el peor de los casos” puede ser productivo en ocasiones, es contraproducente cuando el peor de los casos es realmente muy improbable. En ocasiones, prepararse para lo peor constituye una pésima manera de emplear nuestro tiempo. Agota nuestra energía, arruina nuestro estado de ánimo, y nos predispone a que realmente eso que tanto tememos, nos acabe por ocurrir. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.